martes, 1 de enero de 2008

BUENAS NOTICIAS!!!



Palabras de Esperanza

Dios nos ama profundamente a cada uno de nosotros

La Biblia afirma enfáticamente que Dios nos ama a todos, sin importarle nuestra condición física o espiritual, ni nuestra posición en la sociedad. Además, la Biblia nos revela un amor especial para los necesitados. Jesús mismo nos mostró su amor evidentemente en lo que nos enseñó, lo que hizo y cómo vivió.

Jesús vino para salvar, no para condenar

Jesús dijo con voz fuerte: "El que creé en mí, no cree solamente en mí, sino también en el Padre, que me ha enviado". Y el que me ve a mí ve también al que me ha enviado, Yo que soy la luz, he venido al mundo para que los que creen en mí no se queden en la oscuridad.

Pero a aquel que oye mis palabras y no las obedece, no soy yo quien lo condena; porque yo no vine para condenar al mundo, sino para salvarlo. El que me desprecia y no hace caso de mis palabras, ya tiene quien lo condene; las palabras que yo he dicho lo condenarán en el día último. Pôrque yo no hablo por mi cuenta; el Padre, que me ha enviado, me ha ordenado lo que debo decir y enseñar. Y sé que el mandato de mi Padre, es para vida eterna. Así pues, lo que digo, lo digo como el Padre me ha ordenado. San Juan 12:44-50.

El amor de Jesús incluye al excluido

Jesús se fue de allí y vio a un hombre llama­do Mateo, que estaba sentado en el lugar don­de cobraba los impuestos para Roma. Jesús le dijo:
—Sígueme.
Entonces Mateo se levantó y lo siguió. Sucedió que Jesús estaba comiendo en la casa, y muchos de los que cobraban impuestos para Roma, y otra gente de mala fama, llegaron y se sentaron también a la mesa junto con Jesús y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: —¿Cómo es que su maestro come con cobra­dores de impuestos y pecadores? Jesús lo oyó y les dijo:
—Los que están buenos y sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan el significado de esta Escritura: "Lo que quiero es que sean compasivos, y no que ofrezcan sacrificios". Pues yo no he venido a llamar a los buenos, sino a los pecadores. San Mateo 9.9-13

Jesús nos llama amigos

"Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece unido a mí, será echado fuera y se secará como las ramas que se recogen y se queman en el fuego. "Si ustedes permanecen unidos a mí, y si per­manecen fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará. Mi Padre recibe honor cuando ustedes dan mucho fruto y llegan así a ser verdaderos discípulos míos. Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí; perma­nezcan, pues, en el amor que les tengo. Si obe­decen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo obedezco los manda­mientos de mi Padre y permanezco en su amor. "Les hablo así para que se alegren conmigo y su alegría sea completa. Mi mandamiento es éste: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes. El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los lla­mo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho. Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que va­yan y den mucho fruto, y que ese fruto per­manezca. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Esto, pues, es lo que les mando: Que se amen unos a otros." San Juan 15.5-17


Mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo, con voz fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librar­lo de la muerte; y por su obediencia, Dios lo escuchó. Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió a obedecer; y al perfeccio­narse de esa manera, llegó a ser fuente de sal­vación eterna para todos los que le obedecen. Hebreos 5.7-9


Dios está siempre con nosotros

Dios está siempre a nuestro lado, sin importarle las circunstancias; aunque algunas veces tenemos que esforzarnos para descubrir su presencia.

Dios está a nuestro lado en las horas más negras

El Señor es mi pastor; nada me falta. Me hace descansar en verdes pastos, me guía a arroyos de tranquilas aguas, me da nuevas fuerzas y me lleva por caminos rectos, haciendo honor a su nombre. Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu bastón me inspiran confianza. Me has preparado un banquete ante los ojos de mis enemigos; has vertido aceite en mi cabeza, y has llenado mi copa a rebosar. Tu bondad y tu amor me acompañan a lo largo de mis días, y en tu casa, oh Señor, por siempre viviré. Salmo 23

Dios está a nuestro lado cuando nos sentimos atrapados y sin esperanza

Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde dentro del pez, diciendo:
"En mi angustia clamé a ti, Señor, y tú me respondiste.
Desde las profundidades de la muerte clamé a tí, y tú me oíste.
Me arrojaste a lo más hondo del mar, y las corrientes me envolvieron.
Las grandes olas que tú mandas pasaban sobre mí. Llegué a sentirme echado de tu presencia; pensé que no volvería a ver tu santo templo. Las aguas me rodeaban por completo; me cubría el mar profundo;las algas se enredaban en mi cabeza. Me hundí hasta el fondo del abismo; ¡ya me sentía su eterno prisionero! Pero tú, Señor, mi Dios, me salvaste de la muerte. Al sentir que la vida se me iba, me acordé de ti, Señor; mi oración llegó a ti en tu santo templo. Los que siguen a los ídolos dejan de serte leales; pero yo, con voz de gratitud, te ofreceré sacrificios; cumpliré las promesas que te hice. ¡Sólo tú, Señor, puedes salvar!"
Jonás 2.1-9

Nada podrá separarnos del amor de Dios

¿Qué más podremos decir? ¡Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar contra nosotros! Si Dios no nos negó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos también, junto con su Hijo, todas las cosas? ¿Quién podrá acusar a los que Dios ha escogido? Dios es quien los declara libres de culpa. ¿Quién podrá condenarlos? Cristo Jesús es quien mu­rió; todavía más, quien resucitó y está a la derecha de Dios, rogando por nosotros. ¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la perse­cución, o el hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte? Como dice la Escritura: "Por causa tuya estamos siempre expuestos a la muerte; nos tratan como a ovejas llevadas al matadero." Pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Estoy con­vencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente, ni lo futuro, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separamos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!. Romanos 8.31-39

Dios ofrece aceptación y amor a todos


Cuando al sentido de culpabilidad se le agregan dolor y sufrimiento puede llevarnos a pensar que Dios nos ha abandonado y que ya no le importamos. Pero no hay nada más lejos de la verdad, pues Dios está siempre dispuesto a ofrecernos perdón y aceptarnos como suyos.


El amor del Señor es abundante y eterno


Bendeciré al Señor con toda mi alma; bendeciré con todo mi ser su santo
nombre. Bendeciré al Señor con toda mi alma; no olvidaré ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas mis maldades, quien sana todas mis enfermedades, quien libra mi vida del sepulcro, quien me colma de amor y ternura, quien me satisface con todo lo mejor y me rejuvenece como un águila. El Señor juzga con verdadera justicia a los que sufren violencia. Dio a conocer sus caminos y sus hechos a Moisés y al pueblo de Israel. El Señor es tierno y compasivo; es paciente y todo amor. No nos reprende en todo tiempo ni su rencor es eterno; no nos ha dado el pago que merecen nuestras maldades y pecados; tan inmenso es su amor por los que le honran como inmenso es el cielo sobre la tierra. Nuestros pecados ha alejado de nosotros, como ha alejado del oriente el occidente. El Señor es, con los que le honran, tan tierno como un padre con sus hijos; pues él sabe de qué estamos hechos: sabe bien que somos polvo.
La vida del hombre es como la hierba; brota como una flor silvestre:
tan pronto la azota el viento, deja de existir, y nadie vuelve a saber de ella. Pero el amor del Señor es eterno para aquellos que le honran; su justicia es infinita por todas las generaciones, para los que cumplen con su pacto y no se olvidan de obedecer sus mandatos. El Señor ha puesto su trono en el cielo, y su reino domina sobre todo.¡Bendigan al Señor, ángeles poderosos! Ustedes, que cumplen sus órdenes, que están atentos a obedecerle.¡Bendigan al Señor todos sus ejércitos, que le sirven y hacen su voluntad!¡Bendiga al Señor la creación entera, en todos los lugares de su reino!¡Bendeciré al Señor con toda mi alma!
Salmo 103


Dios ha derramado su amor por nosotros


Así pues, libres ya de culpa gracias a la fe, te­nemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Pues por Cristo gozamos del favor de Dios por medio de la fe, y estamos firmes, y nos alegramos con la esperanza de tener parte en la gloria de Dios. Y no sólo es­to, sino que también nos alegramos en el su­frimiento; porque sabemos que el sufrimien­to nos da firmeza para soportar, y esta firme­za nos permite salir aprobados, y el salir apro­bados nos llena de esperanza. Y esta esperan­za no nos defrauda, porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado. Pues cuando nosotros éramos incapaces de salvarnos, Cristo, a su debido tiempo, murió por los malos. No es fácil que alguien se deje matar en lugar de otra persona. Ni siquiera en lugar de una persona justa; aunque quizás al­guien estaría dispuesto a morir por una per­sona verdaderamente buena. Pero Dios prue­ba que nos ama, en que, cuando todavía éra­mos pecadores, Cristo murió por nosotros. Y ahora, libres ya de culpa mediante la muerte de Cristo, con mayor razón seremos librados del castigo final por medio de él. Porque si Dios, cuando todavía éramos sus enemigos, nos puso en paz consigo mismo mediante la muerte de su Hijo, con mayor razón seremos salvados por su vida, ahora que ya estamos en
paz con él. Y no sólo esto, sino que también nos alegramos en Dios mediante nuestro Se­ñor Jesucristo, pues por Cristo hemos llegado a tener paz con Dios.
Romanos 5.1-11


Dios se identifica con el que está en soledad


Al leer las Escrituras, vemos que es evidente el cuidado de Dios por los no protegidos: por las viudas, por los huérfanos, por los refugiados, por los extranjeros. Aún hoy, su amor y lealtad siguen con la misma intensidad, para con los necesitados.

Dios nos ofrece descanso a través de Jesucristo


"Vengan a mí todos ustedes que están cansa­dos de sus trabajos y cargas, y yo los haré des­cansar. Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de cora­zón humilde; así encontrarán descanso. Por­que el yugo que les pongo y la carga que les doy a llevar son ligeros."
San Mateo 11.28-30


Dios se preocupa por los necesitados


El Señor su Dios es el Dios de dioses y el Se­ñor de señores; él es el Dios soberano, podero­so y terrible, que no hace distinciones ni se deja comprar con regalos; que hace justicia al huérfano y a la viuda, y que ama y da alimen­to y vestido al extranjero que vive entre uste­des. Ustedes, pues, amen al extranjero, por­que también ustedes fueron extranjeros en Egipto.
"Honren al Señor su Dios, y adórenlo sólo a él; séanle fieles, y cuando tengan que hacer
un juramento, háganlo en su nombre. Porque él es el motivo de la alabanza de ustedes; él es su Dios, que ha hecho por ustedes estas co­sas grandes y maravillosas que han visto. Cuando los antepasados de ustedes llegaron a Egipto, eran sólo setenta personas, pero ahora el Señor su Dios los ha hecho aumentar en número como las estrellas del cielo."
Deuteronomio 10.17-22


Jesús fue rechazado y despreciado por ser el siervo de Dios


Mi siervo tendrá éxito, será levantado y puesto muy alto. Así como muchos se asombraron de él, al ver su semblante, tan desfigurado que había perdido toda apariencia humana, así también muchas naciones se quedarán admiradas; los reyes, al verlo, no podrán decir palabra, porque verán y entenderán algo que
nunca habían oído.¿Quién va a creer lo que hemos oído? ¿A quién ha revelado el Señor su poder? El Señor quiso que su siervo creciera como planta tierna que hunde sus raíces en la tierra seca. No tenía belleza ni esplendor, su aspecto no tenía nada atrayente; los hombres lo despreciaban y lo rechazaban. Era un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento. Como a alguien que no merece ser visto, lo despreciamos, no lo tuvimos en cuenta. Isaías 52.13-53.3


La piedra despreciada era importante para Dios


Acérquense, pues, al Señor, la piedra viva que los hombres desecharon, pero que para Dios es una piedra escogida y de mucho valor. De esta manera, Dios hará de ustedes, como de piedras vivas, un templo espiritual, un sacer­docio santo, que por medio de Jesucristo ofrezca sacrificios espirituales, agradables a Dios. Por eso también dice la Escritura:
"Yo pongo en Sión una piedra
que es la piedra principal,
escogida y muy valiosa; .
el que confía en ella,
no quedará defraudado." Para ustedes, que creen, esa piedra es de mu­cho valor; pero para los que no creen se cum­ple lo que dice la Escritura:
"La piedra que los constructores despreciaron,
se ha convertido en la piedra principal."
1 Pedro 2.4-7


Nuestra esperanza en Dios va más allá de la muerte


Las enfermedades nos hacen recordar nuestra mortalidad, la realidad de la muerte. Pero las Escrituras proclaman una verdad aún más grande: la realidad de la vida después de la muerte.


Una carpa en la tierra y un palacio en el cielo


Por eso no nos desanimamos. Pues aunque por fuera vamos envejeciendo, por dentro nos re­juvenecemos día a día. Lo que sufrimos en esta vida es cosa ligera, que pronto pasa; pero nos trae como resultado una gloria eterna mu­cho más grande y abundante. Porque no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve, ya que las cosas que se ven son pasajeras, pero las que no se ven son eternas. Nosotros somos como una casa terrenal, como una tienda de campaña no permanente; pero sabemos que si esta tienda se destruye, Dios nos tiene preparada en el cielo una casa eterna
na, que no ha sido hecha por manos humanas. Por eso suspiramos mientras vivimos en esta casa actual, pues quisiéramos mudarnos ya a nuestra casa celestial, la cual nos cubrirá como un vestido para que no quedemos desnudos. Mientras vivimos en esta tienda suspiramos afligidos, pues no quisiéramos ser desnudados, sino más bien ser revestidos de tal modo que lo mortal quede absorbido por la nueva vida. Y Dios es quien nos ha preparado para esto, y quien nos ha dado el Espíritu Santo como garantía de lo que hemos de recibir. Por eso tenemos siempre confianza. Sabemos que mientras vivamos en este cuerpo estare­mos como en el destierro, lejos del Señor. Ahora no podemos verlo, sino que vivimos sostenidos por la fe; pero tenemos confianza, y quisiéramos más bien salir de este cuerpo para ir a presentarnos ante el Señor. Por eso procuramos agradar siempre al Señor, ya sea que dejemos este cuerpo o que sigamos en él. Porque todos tenemos que presentarnos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo.
2 Corintios 4.16-5.10


La muerte es derrotada


Por causa de un hombre entró la muerte en el mundo, también por causa de un hombre en­tró la resurrección de los muertos. Y así co­mo en Adán todos mueren, así también en
Cristo todos tendrán vida. Pero cada uno en el orden que le corresponda: Cristo en primer lugar; después, cuando Cristo vuelva, los que son suyos. Entonces vendrá el fin, cuando Cristo derrote a todos los señoríos, autorida­des y poderes, y entregue el reino al Dios y Padre. Porque Cristo tiene que reinar hasta que todos sus enemigos estén puestos debajo de sus pies; y el último enemigo que será derrotado es la muerte. Porque Dios lo ha so­metido todo debajo de sus pies. Pero cuando dice que todo le ha quedado sometido, es claro que esto no incluye a Dios mismo, ya que es él quien le sometió todas las cosas. Y cuando todo haya quedado sometido a Cris­to, entonces Cristo mismo, que es el Hijo, se someterá a Dios, que es quien sometió a él todas las cosas. Así, Dios será todo en todo. 1 Corintios 15.21-28
Pero quiero que sepan un secreto: No todos moriremos, pero todos seremos transforma­dos en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene el último toque de trom­peta. Porque sonará la trompeta, y los muer­tos serán resucitados para no volver a morir. Y nosotros seremos transformados. Pues nues­tra naturaleza corruptible se revestirá de lo incorruptible, y nuestro cuerpo mortal se revestirá de inmortalidad. Y cuando nuestra naturaleza corruptible se haya revestido de lo incorruptible, y cuando nuestro cuerpo mor­tal se haya revestido de inmortalidad, se cum­plirá lo que dice la Escritura: "La muerte ha sido devorada por la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muer­te, tu aguijón?" El aguijón de la muerte es el
pecado, y la ley antigua es la que da al pecado su poder. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucris­to!
Por lo tanto, mis queridos hermanos, sigan fir­mes y constantes, trabajando siempre más y más en la obra del Señor; porque ustedes sa­ben que no es en vano el trabajo que hacen en unión con el Señor.
1 Corintios 15.51-58


No más dolor ni más muerte


Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra ha­bían dejado de existir, y también el mar. Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de la presencia de Dios. Estaba arre­glada como una novia vestida para su prome­tido. Y oí una fuerte voz que venía del tro­no, y que decía: "Dios vive ahora entre los hombres. Vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor; porque todo lo que antes existía ha de­jado de existir."
Apocalipsis 21.1-4


Dios es la única fuente de esperanza verdadera


"Esperanza", en la Biblia, es una expresión de seguridad porque ella está basada en las promesas de Dios, no en nuestros propios deseos. Así es que, cuando ponemos nuestra esperanza en Dios, podemos tener la seguridad de que Dios prevalecerá sobre el mal y nos dará parte en la victoria.


Dios es nuestro refugio y fortaleza


Dios es nuestro refugio y nuestra
fuerza; nuestra ayuda en momentos de
angustia. Por eso no tendremos miedo, aunque se deshaga la tierra, aunque se hundan los montes en el
fondo del mar, aunque ruja el mar y se agiten sus olas, aunque tiemblen los montes a causa
de su furia.
Un río alegra con sus brazos la ciudad
de Dios, la más santa de las ciudades del
Altísimo. Dios está en medio de ella, y la
sostendrá; Dios la ayudará al comenzar el día. Las naciones rugen, los reinos
tiemblan, la tierra se deshace cuando él deja
oír su voz.
¡El Señor todopoderoso está con
nosotros! ¡El Dios de Jacob es nuestro refugio!
Vengan a ver las cosas sorprendentes que el Señor ha hecho en la tierra: ha puesto fin a las guerras hasta el último rincón del mundo; ha roto los arcos, ha hecho pedazos las lanzas, ¡ha prendido fuego a los carros de
guerra! "¡Ríndanse! ¡Reconozcan que yo soy
Dios! ¡Yo estoy por encima de las naciones! ¡Yo estoy por encima de toda la
tierra!"
¡El Señor todopoderoso está con
nosotros! ¡El Dios de Jacob es nuestro refugio!
Salmo 46


La salvación por medio de la fe


Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro gran sumo sacerdote que ha entrado en el cielo. Por eso debemos seguir firmes en la fe que profesa­mos. Pues nuestro sumo sacerdote puede com­padecerse de nuestra debilidad, porque él tam­bién estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó. Acer­quémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios amoroso, para que él tenga mise­ricordia de nosotros y en su bondad nos ayu­de en la hora de necesidad.
Hebreos 4.14-16
Pero Dios es tan misericordioso y nos amó tanto, que nos dio vida juntamente con Cris­to cuando todavía estábamos muertos a causa de nuestros pecados. Por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación. Dios nos resucitó juntamente con Cristo Jesús, y nos hizo sentar con él en el cielo. Hizo esto para demostrar en los tiempos futuros el gran amor que nos tiene, y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Pues por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación por medio de la fe. No es esto algo que ustedes mismos hayan conseguido, sino que les ha sido dado por Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede jactarse de nada; pues es Dios quien nos ha hecho; él nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, según él lo había dispuesto de antemano.
Efesios 2.4-10


Un día veremos claramente


El amor jamás dejará de existir. Un día los hombres dejarán de profetizar, y ya no ha­blarán en lenguas, ni serán necesarios los co­nocimientos. Porque los conocimientos y la profecía son cosas imperfectas, que llegarán a su fin cuando venga lo que es perfecto. Cuando yo era niño, hablaba, pensaba y razo­naba como un niño; pero al hacerme hombre, dejé atrás lo que era propio de un niño. Aho­ra vemos de manera borrosa, como en un es­pejo; pero un día lo veremos todo tal como es en realidad. Mi conocimiento es ahora im­perfecto, pero un día lo conoceré todo del mismo modo que Dios me conoce a mí. Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la esperanza y el amor; pero la más importante de las tres es el amor.
1 Corintios 13.8-13


Dios promete vida eterna a todo el que cree
Todo el que nace en esta tierra tiene que enfrentar la muerte. Pero para los que confían en Jesús, la sombra de muerte se desvanece ante la luz que revela el camino a la vida eterna.


Jesús es el camino, la verdad y la vida


"No se angustien ustedes. Confíen en Dios y confíen también en mí. En la casa de mi Padre hay muchos lugares donde vivir; si no fue­ra así, yo no les hubiera dicho que voy a pre­pararles un lugar. Y después de irme y de pre­pararles un lugar, vendré otra vez para llevar­los conmigo, para que ustedes estén en el mis­mo lugar en donde yo voy a estar. Ustedes saben el camino que lleva a donde yo voy. Tomás le dijo a Jesús:
—Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo va­mos a saber el camino? Jesús le contestó:
—Yo soy el camino, la verdad y la vida. Sola­mente por mí se puede llegar al Padre. Si us­tedes me conocen a mí, también conocerán a mi Padre; y ya lo conocen desde ahora, pues lo han estado viendo. Felipe le dijo entonces:
—Señor, déjanos ver al Padre, y con eso nos basta.
Jesús le contestó:
—Felipe, hace tanto tiempo que estoy con us­tedes, ¿y todavía no me conoces? El que me ve a mí, ve al Padre; ¿por qué me pides que les deje ver al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las cosas que les digo, no las digo por mi propia cuenta. El Padre, que vive en mí, es el que hace su propio trabajo. Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si no, crean al me­nos por lo que hago. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago; y hará otras todavía más grandes, por­que yo voy a donde está el Padre. Y todo lo que ustedes pidan en mi nombre, yo lo haré, para que por el Hijo se muestre la gloria del Padre. Yo haré cualquier cosa que en mi nom­bre ustedes me pidan."
San Juan 14.1-14


Sufrimientos presentes y gloria futura


Considero que los sufrimientos del tiempo presente no son nada si los comparamos con la gloria que habremos de ver después. La creación espera con gran impaciencia el mo­mento en que los hijos de Dios sean dados a conocer. Porque la creación perdió su verda­dera finalidad, no por su propia voluntad, sino porque Dios así lo había dispuesto; pero le quedaba siempre la esperanza de ser liberada
de la esclavitud y la destrucción, para alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sa­bemos que hasta ahora la creación se queja y sufre como una mujer con dolores de parto. Y no sólo ella sufre, sino también nosotros, que ya tenemos el Espíritu como anticipo de lo que vamos a recibir. Sufrimos profundamen­te, esperando el momento de ser adoptados como hijos de Dios, con lo cual serán liberados nuestros cuerpos. Hemos sido salvados, pero sólo en esperanza. Ahora bien, si lo que uno espera ya lo está viendo, entonces no es esperanza, pues lo que uno ve no tiene por qué esperarlo. Pero si lo que esperamos es al­go que todavía no vemos, tenemos que espe­rarlo con constancia.
Romanos 8.18-25


Libre de culpa por medio de la fe


Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio de ganarlo a él y encontrarme unido a él. No busco quedar libre de culpa por la obediencia a la ley, sino por medio de la fe en Cristo; es decir, que Dios me libre de culpa por medio de la fe. Lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder de su resurrección, tomar parte en sus sufrimientos y llegar a ser como él en su muerte, con la esperanza de alcanzar la resu­rrección de los muertos.
Filipenses 3.8b-l 1


Una oración por todos los que sufren


Y que el mismo Señor de paz les dé paz a us­tedes en todo tiempo y en todas formas. Que el Señor esté con todos ustedes.
2 Tesalonicenses 3.16


A los que sufren enfermedad, y a sus seres queridos.


Las Santas Escrituras les ofrecen buenas nuevas: las Buenas Nuevas del amor y la acogida sin reservas de Dios.
Encontrarán palabras tomadas de la Biblia que le infundirán ánimo e inspiración. La palabra de Dios será como un abrazo amistoso de Dios que dice "no estás solo, tú eres parte de mi familia".
Descubrirás que:
* Dios nos ama profundamente a cada uno
* Dios siempre está a nuestro lado
* Dios se identifica con los necesitados
Nuestra esperanza en Dios va más allá de la muerte.
Es nuestra ferviente esperanza que amigos y familiares usen estas enseñanzas para leer a los que padecen enfermedades y así ser instrumentos de Dios para fortaleza y alivio a los que sufren.
Juntos oremos para que todos los que sufren confíen en Jesucristo y reciban la promesa de esperanza y redención encontrada en la Biblia: "¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!"

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